El término inteligencia emocional se empleó para describir cualidades
emocionales que tienen importancia para alcanzar el éxito. Pueden incluirse:
empatía
expresión y comprensión de sentimientos
control de nuestro genio
independencia
capacidad de adaptación
simpatía
capacidad para resolver problemas de forma interpersonal
persistencia
cordialidad
amabilidad
respeto
Salovey y Mayer definen la Inteligencia Emocional como subconjunto de la
Inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos así
como los de los demás, de discriminar ente ellos y utilizar esa información para
guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones.
No existe, a diferencia del C.I., un test preciso para medir el C.E.
(Inteligencia Emocional), e incluso se duda que se pueda medir de alguna manera.
Las capacidades del C.I. no se oponen a las del C.E. sino que interactúan. La
diferencia más importante entre C.I. y C.E. es que el C.E. no lleva una carga
genética tan marcada, lo que facilita la intervención educativa de padres y
educadores.
Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a alcanzar un alto nivel de C.E:
Existen tres estilos generales de ser padres: autoritario, permisivo y
autorizado
Autoritario: ponen normas estrictas que esperan sean obedecidas. Los niños
deben mantenerse en su lugar y no los dejan expresar sus opiniones. Son padres
que dirigen la familia partiendo de la tradición, poniendo énfasis en la
estructura, el control y el orden, todo ello se vuelve una gran carga para el
niño.
Permisivo: busca la aceptación y transmitir el mayor aliento posible. No suele
fijar límites, no imponen exigencias fuertes, ni metas claras a sus hijos para
que se desarrollen de acuerdo a su naturaleza .
Autorizado: equilibran los límites con el ambiente estimulante. Orientan sin
controlar, dan explicaciones e implican a sus hijos en las decisiones. Se elogia
la competencia y la independencia. Todo ello permite que los hijos crezcan con
confianza en ellos mismos, independientes, sociales y con un elevado nivel de
inteligencia emocional.
Principios básicos para educar con una disciplina positiva y efectiva:
Establecer límites y reglas claros y atenerse a ellos.
Dar advertencias y señales al niño cuando comienza a comportarse mal. Es una
manera de enseñarles autocontrol.
Reforzar las buenas conductas con elogios y afecto ignorando las conductas que
sólo buscan llamar la atención.
Educar a los hijos conforme nuestras expectativas. Dedicar tiempo para
conversar sobre los valores y las normas y por qué estos son importantes.
Cuando se transgrede alguna norma o límite puesto, imponga inmediatamente un
castigo adecuado y proporcionado.
Las emociones morales
El desarrollo moral de nuestros hijos significa que estos tengan sentimientos y
conductas que reflejen preocupación por los demás: compartir, ayudar, estimular
mostrar una conducta altruista, tolerancia hacia los demás, voluntad de respetar
las normas sociales.
William Damon sugiere que para que los niños se conviertan en personas morales
deben adquirir las siguientes capacidades emocionales y sociales:
Comprender lo que diferencia una conducta buena de una mala y desarrollar
hábitos de conducta correctos.
Desarrollar interés, consideración y un sentido de responsabilidad por el
bienestar y los derechos de los demás, expresando este interés mediante actos de
atención, benevolencia, amabilidad y caridad.
Experimentar una reacción emocional negativa ante la transgresión de las
normas establecidas.
La empatía
Existen dos componentes en la empatía, una reacción emocional hacia los demás
que suele desarrollarse en los primeros seis años de vida y una reacción
cognoscitiva que determina el grado en que los niños son capaces de percibir el
punto de vista de la otra persona.
Fases de la empatía
En el primer año de vida los bebés suelen darse la vuelta para observar a un
bebé que llora, posiblemente también se pondrá a llorar él.
Entre el primer y segundo año de vida, entran en una segunda etapa en la que
pueden ver que la congoja de otro no es la suya, tratan de reducir la tristeza
del otro.
A los seis años se inicia la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad de
ver cosas desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. La
empatía cognoscitiva no necesita comunicación emocional ( por ejemplo el llanto)
porque el niño ya tiene un modelo interno, que ha desarrollado, de cómo puede
sentirse una persona en una determinada situación.
A partir de los diez o doce años los niños proyectan su empatía más allá de
aquello que le son próximos. Estamos en la etapa de la empatía abstracta.
Cómo desarrollar la empatía en nuestros hijos.
Si queremos que nuestros hijos sean más empáticos, atentos y responsables
debemos esperarlo de ellos. Establecer normas familiares claras y coherentes y
no renunciar a ellas. Requerirles que sean responsables, adecuando siempre estas
responsabilidades a sus edades y niveles madurativos, por ejemplo con tareas
domésticas que no deben estar sujetas a recompensas, hay que ayudar en casa
porque es lo correcto.
Si queremos que nuestros hijos sean atentos, responsables y considerados lo que
hay que hacer es sencillo: aumente sus expectativas. Ser un padre permisivo es
sencillo, hacerles la cama, los deberes,... Pero para que ellos sean más
responsables debemos serlo aún más nosotros y para ello dejaremos de lado la
idea de qué no es malo malcriarlos, porque sí lo es.
La verdad, la sinceridad y la confianza
Por regla general los padres tratan de proteger a los hijos de los problemas.
Podemos ayudarlos aún más si decimos la verdad por muy dolorosa que esta pueda
ser. Cuando explicamos la situación y detallamos los hechos, ellos aprenden que
tenemos la fuerza emocional para examinar y enfrentarnos a las situaciones sea
más o menos difíciles, aprendiendo así mismo que ellos también lo pueden hacer.
Es importante y no debemos olvidar lo siguiente:
no ocultar los sentimientos
no ocultar los errores
no temer decirles la verdad
CÓMO PODEMOS AYUDAR A NUESTROS HIJOS A VENCER LAS DIFICULTADES Y LOS PROBLEMAS.
CAPACIDADES PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS.
Lo más importante es que el niño/a pueda diferenciarse del problema, es decir
que no sienta que él/ella es el problema, que está fuera de ellos, lo que les
ayuda a situarlos en un nuevo marco de referencia.
Una estrategia que podemos utilizar es que los niños consideren el problema como
su enemigo, que les pongan nombre. El nombre debe ser un sustantivo que les
enoje, que les enfurezca para que se revelen contra él y luchen para vencerle.
Se dan cuenta de que ellos no son los malos, lo malo es el problema que controla
su conducta.
El paso siguiente es poner por escrito el problema, de esta manera la distancia
entre el niño/a y el problema es mayor, la visión del mismo no es tan angustiosa
y facilitará encontrar solución y también que es lo que lo generó.
Lo que se pretende es que los niños externalicen y ataquen sus problemas y
conflictos.
La creación de imágenes mentales es una herramienta para reducir la aflicción
psicológica y física. Se distrae la parte pensante del cerebro, las imágenes
pueden debilitar los impulsos nerviosos evocados por la aflicción. La intensa
concentración que se realiza para generar esas imágenes puede convertirse en un
factor clave para poner en marcha un sistema interno de supresión del dolor.
Según P. McGrath este tipo de distracción no es simplemente una táctica de
diversión por medio de la cual los niños dejen de prestar atención al dolor,
sino que realmente se reduce el dolor, creando un analgésico natural.
Podemos utilizar esta técnica para ayudarles a enfrentarse a distintas
situaciones: el dentista, un examen, la lectura de una poesía ante toda la
clase,...
Hay que tener en cuenta que la imagen que les propongamos debe ser acorde a su
edad. Antes de proponerle la imagen asegurarnos de que el niño/a esta
cómodamente sentado y relajado. A continuación describiremos la imagen con todo
detalle, habla lentamente pero con emoción, no tengas prisa. Las imágenes tienen
más sentido para los niños si se crean utilizando elementos con los que
disfruten.
Por ejemplo un niño que tenga pesadillas, a quién le encanta pasear por el campo
con sus padres y su perro. Le describiremos el paisaje, la temperatura del
ambiente, como corre su perro, la pelota con la que juegan,...
Poco a poco él/ella aprenderá la técnica y podrá utilizarla durante toda su vida
siempre que se enfrente a una situación que le estrese, al dolor,...
Utilizar el juego para enseñar a nuestros hijos a resolver los problemas es
quizá la mejor estrategia. El juego del intercambio de ideas es un ejemplo,
propone que los niños generen el mayor número posible de soluciones a un
problema y que después escojan la alternativa más adecuada. De esta forma les
ayudamos a que se enfrenten con el problema con más flexibilidad y creatividad.
Necesitamos un tiempo de práctica antes de que perciban automáticamente los
problemas en términos de soluciones posibles.
Primero utilizaremos los problemas interpersonales apropiados a la edad (miedo a
la oscuridad, burlas de los compañeros,...) Después introduciremos problemas
relacionados con experiencias cotidianas.
También hacerles incidir en las excepciones del problema. Por ejemplo no todos
los niños de la clase se burlan de ti, en realidad sólo son dos niños de
treinta, solo hay dos niños a quién no le caes bien al resto sí.
Como ya se ha dicho la práctica ayudará a los niños a solucionar los problemas y
hará que se sientan capaces de hacerlo, a tener confianza en sí mismos.
Para los niños de mayor edad y los adolescentes, partiremos de planificar la
secuencia lógica de acciones que dan como resultado alcanzar la meta deseada,
comprender los pasos que se dan y utilizar diferentes estrategias para vencer
las dificultades.
Las habilidades prosociales
Goldstein ha desarrollado un programa para la adquisición de estas habilidades
enunciados en siete pasos:
Enseñar a los niños la importancia de frenarse para pensar detenidamente las
cosas.
Enseñar a los niños a identificar y definir el problema.
Enseñarles a reunir la información desde su propia perspectiva, incluyendo
opiniones, hechos e información desconocidos.
Enseñarles a reunir información desde la perspectiva de los otros, incluyendo
lo que se puede hacer o decir y que obstáculos pueden anticiparse.
Enseñarles a evaluar las consecuencias y los resultados, incluyendo la manera
de decidir entre varias elecciones posibles y anticipar que ocurrirá en
respuesta a acciones y palabras específicas.
Lograr que ellos practiquen todo el proceso de resolución de problemas
reforzando cada paso individual y alentándoles a persistir hasta alcanzar una
solución bien pensada.